Carreteras infinitas, sin un final visible, me llevan a recorrer caminos inciertos.
En una urbe metálica destrozada, sin fronteras, esquivando lo que deje en el camino y buscando nuevas metas invisibles.
Romántica como pocos, veo la obscuridad en cada gota de agua, de sudor, de lluvia, de baño, de amor.
Me llevan de las orejas a estudiar lo indescriptible y buscar un futuro, en el laberinto con más trampas del mundo.
De a ratos me canso, me tiendo en el suelo a mirar el cielo queriendo escapar de este mundo, este mundo que elegí yo. Que paradoja.
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